Las importaciones de energía se convirtieron en uno de los principales vectores de la crisis cambiaria que enfrenta el Gobierno. La factura de las compras de gas y combustibles líquidos en el exterior se volvió cada vez más pesada en los últimos años. Un cruce entre la evolución de las reservas del Banco Central (BCRA) y el nivel de las importaciones energéticas deja en evidencia esa tendencia.
Al cierre de 2013, los depósitos en la entidad que hoy preside Alejandro Vanoli se ubicaban en US$ 30.599 millones. Ese mismo año, en tanto, la importación de energía costó US$ 11.343 millones, según estadísticas del Indec. Se desprende, entonces, que la factura ‘energética’ representó un 37,07% de las reservas totales del BCRA. Es un guarismo prácticamente incontrolable para cualquier país que aspire a mantener un crecimiento sostenido de su PBI.
La evolución del indicador ‘Reservas BCRA vs. Importaciones’ en esta década disparó una señal de alarma en los despachos oficiales. En 2010 la compra de combustibles demandó US$ 4.765,21 millones, apenas un 8% del nivel de las depósitos en diciembre de ese año (US$ 52.190 millones).
“El peso de las importaciones de energía sobre el presupuesto en dólares que maneja el Gobierno se tornó prácticamente incontrolable en los últimos años. Es, sin duda, el principal responsable del cepo cambiario”, precisaron desde una petrolera.
Este año probablemente se repita una fotografía similar a la de 2013. Es que, a raíz de la recesión económica y de la caída de los precios internacionales del crudo, que redujo el valor de los derivados, las importaciones de energía terminarán costando entre US$ 10.000 y US$ 12.000 millones, según el cálculo de los analistas.
“El año que viene, si estos precios del crudo se mantienen, incluso podrían ahorrarse hasta US$ 2000 millones en compras de combustibles en el exterior”, precisó un consultor del sector.