Cuando planificaron la factibilidad del proyecto no convencional de hidrocarburos en Loma Campana, a mediados de 2013, Miguel Galuccio, CEO de YPF, y Ali Moshiri, vicepresidente para América latina y África de Chevron, proyectaron una curva creciente para el precio del petróleo en la Argentina. Según la trazabilidad económica del primer proyecto de desarrollo comercial de shale oil en el país, el valor doméstico del crudo debía pasar de promediar los 79 dólares en 2013 a rondar los US$ 102 en 2017, es decir, cinco años después.
De ese modelo económico inicial convenido entre ambas compañías se desprende que la viabilidad –medida en términos de rentabilidad- de la explotación de petróleo de arcillas en Vaca Muerta –una de las formaciones de roca madre de la cuenca Neuquina- presuponía la existencia de un precio cercano a los 100 dólares por barril (Ver cuadro), según publicó El Inversor Online.
La tendencia del mercado mundial de hidrocarburos, signada por una fuerte baja de la cotización del barril, con un descenso superior al 35% desde junio a la fecha, alteró esos planes. El Brent, que grafica el valor del crudo que se extrae en el Mar del Norte, abrió esta semana a US$ 61,8. En tanto que el West Texas Intermediate (WTI), la referencia para EE.UU, traspasó esa barrera y tocó los 57,81dólares.
En la Argentina, sin embargo, el impacto de la marcada retracción de los precios no fue lineal. Un rasgo distintivo de las administraciones kirchneristas es el desacople del valor interno del crudo de los indicadores internacionales. A partir de la aplicación de un esquema de retenciones a la exportación –con diferentes formas y metodologías, está vigente desde 2002-, el importe que reciben los productores locales siempre fue, en esta última década, inferior al que se pagó en el mercado mundial. Esa situación cambió de manera abrupta en noviembre de este año.
A principios de ese mes, el Brent perforó la barrera de los 80 dólares. Pero no arrastró a la baja al precio interno del petróleo, que se mantuvo –en el caso del crudo Medanito, que se extrae en Neuquén- en 83/84 dólares por barril. El correlato de esa decisión fue la imposibilidad de reducir el valor de los combustibles en surtidores. Como el precio de la materia prima se mantuvo invariante, el importe de sus derivados –naftas y gasoil- no se modificó, como sí sucedió en el resto del mundo.
El cambio de paradigma se explica, fundamentalmente, por la necesidad del YPF de contar con precios altos del hidrocarburo para repagar la inversión en Vaca Muerta. También por la necesidad del Gobierno de incentivar la reactivación del upstream en su conjunto, a fin de revertir la caída de la producción de petróleo y gas, que se mantiene ininterrumpida desde hace más de 10 años.