Un cambio de paradigma: energías limpias y ambiente sustentable

La energía sigue condicionando la economía argentina. La Argentina atraviesa una etapa muy compleja en cuanto a los recursos energéticos. Desde el año 2011, la balanza energética es deficitaria, generando una dependencia importante relacionada con la importación de combustibles. En cinco años y medio, se destinaron más de 50 mil millones de dólares en importación de combustibles.
Poseemos una matriz energética altamente fosilizada, con una gran dependencia tanto del petróleo como del gas. Esta matriz proyectada en el tiempo es insostenible, debemos migrar a una sustentada en energías limpias, renovables. Esto, como sabemos, no es fácil ni rápido ni barato, pero es imprescindible.
Este es el contexto en el que se enmarca la discusión actual sobre las tarifas. Aunque parezca serlo, este no es el verdadero problema sino la consecuencia de algo más complejo. Perder la autonomía energética generó un sinnúmero de dificultades económicas para nuestro país: necesidad de destinar gran cantidad de divisas en la compra de energía, impuestos distorsivos, desdoblamiento cambiario y un sistema de subsidios que fue creciendo hasta transformarse en un agujero negro fiscal. Hoy, la totalidad de la recaudación por derechos de exportación e importación apenas alcanza para cubrir algo más de lo que se destina a subsidios a la energía; esto agravado por la forma indiscriminada en que se otorgan y que favorecen más a quienes menos lo necesitan.
Subsidios, tarifas, déficit energético. La solución de fondo es cambiar la matriz energética y hacerlo en el menor tiempo posible. Debemos trabajar en la reconversión energética y basar nuestra matriz en energías renovables: eólica, solar, hidráulica, entre otras. Mientras, y para llegar a esa reconversión, hay una serie de medidas que podemos adoptar para optimizar el uso de la energía, promover el uso responsable y difundir las energías renovables.
Los usuarios particulares se pueden transformar en generadores de energía, a partir de la utilización de medidores de doble boca que permitan incorporar la energía que se produce en cada hogar (por ejemplo con paneles solares) al sistema general. Esto traería beneficios impositivos y disminuiría el consumo doméstico.
Además, el Estado debe promover la instalación y el uso de energías alternativas en espacios públicos con jurisdicción nacional, ya sea generada de manera solar o eólica. Rutas nacionales, autopistas, edificios públicos -siempre en la medida de lo posible- deben reconvertir sus sistemas y avanzar en forma definitiva a las fuentes de energías renovables.
En los últimos diez años, nuestro país duplicó su consumo energético viéndose obligados a importar energía ante la imposibilidad de generarla. Lo que nos pone ante la imperiosa necesidad de diversificar nuestra matriz energética para poder abastecer la demanda de los distintos sectores. En ese sentido la obtención de energía eléctrica a partir de fuentes alternativas renovables es la solución. Si bien muchas veces se las considera en desventaja por el alto importe de la inversión inicial, esto no debe evaluarse así dado que la inversión se puede recuperar en algunos años dependiendo del uso y de la tecnología aplicada. Además, no debemos perder de vista el valor de proteger el medio ambiente con las ventajas que esto trae aparejado, no sólo a nivel social sino también en el plano económico.
Argentina necesita diversificar su matriz energética y fomentar la generación de energía mediante fuentes renovables, avanzar en un uso más racional y reducir de manera significativa la dependencia de la energía generada a partir de recursos fósiles. Sólo así daremos una solución definitiva a los problemas que hoy nos afectan. Mientras tanto el sistema energético seguirá condicionando la economía argentina.

Por Julio Cobos, Senador nacional por Mendoza UCR- Alianza Cambiemos

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