El País visitó la joya de la nacionalizada YPF, que aspira a seguir los pasos de Estados Unidos con el fracking. Según el diario español, Vaca Muerta no se huele, pero se ve desde muy lejos. Después de 80 kilómetros (km) de sobrecogedor desierto patagónico desde Neuquén, la capital de la provincia, la llegada al yacimiento que ha despertado los sueños de grandeza de los argentinos se intuye por los fuegos que salen de cada torre que corona un pozo. Es el gas sobrante, de mala calidad, que no se puede vender. Está prohibido lanzarlo al aire, así que hay que quemarlo. Alrededor solo hay pequeños arbustos y mucho polvo. Un desierto agujereado por 400 pozos de fracking, la mayor explotación del mundo fuera de Estados Unidos. La Argentina, gracias a Vaca Muerta, es el segundo país con más recursos de gas de esquisto, y el cuarto en petróleo no convencional. El fracking ha revolucionado la economía estadounidense y del planeta, con la reacción de los países árabes para forzar una bajada del precio que destruya la rentabilidad de los pozos de Texas. La Argentina cree tener en Vaca Muerta una joya como la que ha convertido Texas en el nuevo Eldorado. Son 30.000 km2 de roca llena de petróleo. Eso sí, a 3.000 metros de profundidad y atrapado en microporos. Solo se puede sacar destrozando literalmente la roca con agua, arena y productos químicos: el fracking. La Argentina, un país rico en casi todo, que fue potencia mundial en los siglos XIX y XX, y acogió a millones de europeos que huían del hambre, vive momentos de incertidumbre económica, como casi toda Latinoamérica, y sueña con sacar de Vaca Muerta un nuevo maná como el que antes supuso el trigo o la carne y ahora la soja.