Desde que hizo pública su voluntad de estatizar las acciones que Repsol tenía en YPF, el kirchnerismo intentó darle a esa medida una pátina de gesta patriótica. Orientó su relato a trazar una frontera entre quienes lo apoyaron y los que no, y a esos últimos llenó de críticas. Y luego buscó comprometer a cuanto dirigente confesara aspiraciones presidenciales a tomar posición al respecto con el objetivo de exponerlo en esa lógica.
Pero aunque el Gobierno elogia a menudo el funcionamiento de la petrolera, y se esfuerza en presentar el caso como ejemplo de que una gestión estatal puede ser mejor que una privada, lo cierto es que los resultados que hoy muestra la compañía arrojan un panorama preocupante. Así se desprende de un documento con información reservada que llegó a manos de los principales candidatos a presidente.
En el entorno de Miguel Gallucio confiesan que por estos días el CEO de YPF «está paranoico». A su oficina, ubicada en el piso 34 de la torre de Puerto Madero, nadie puede ingresar si antes no deja su teléfono celular. Desde hace un tiempo, se mueve en tres autos blindados, con un equipo de custodios compuesto por ex integrantes del Ejército. Ningún ministro del gabinete nacional dispone de ese nivel de seguridad, de acuerdo con lo publicado por Infobae.
El reporte puso en evidencia que la firma enfrenta serias dificultades. El problema más importante está sujeto a un endeudamiento en alza, provocado por un cóctel explosivo: baja del precio del petróleo, disminución de los subsidios que les transfiere el Tesoro y la devaluación del peso.