El CEO y presidente de la petrolera estatal YPF, Miguel Galuccio, admite que tiene los días contados. Según consignó iProfesional, no lo dice, pero lo reconoce con sus dichos y, sobre todo, con su reacción ante los insistentes rumores de despido de la mayor empresa argentina. Durante el fin de semana hubo versiones que arreciaron y que, en la fiesta de la Vendimia, en Mendoza -provincia clave en materia petrolera- tuvieron su eco principal. Galuccio renunció, se escuchó de boca de empresarios de trato cercano al presidente Mauricio Macri. Tal vez por esa situación es que el propio presidente y CEO tuvo, el sábado a la noche, cuando la hora de la cena ya había terminado, que trabajar desde su oficina de Puerto Madero para comunicarse con agentes políticos clave para despejar las versiones que se desparramaban como una incontenible mancha de aceite. «No renuncié», fue lo que dijo a sus interlocutores el entrerriano Miguel Galuccio, alfil petrolero de un sector del ultrakirchnerismo que sabía, hasta ahora, despegarse de los tironeos políticos. «Mi tarea hoy es preparar a la gente que me reemplazará», fue la frase que dijo, a continuación y casi en contradicción con la primera. Las declaraciones de Galuccio sólo pueden entenderse en una perspectiva: la acelerada llegada de la asamblea de accionistas de YPF que, el 30 de abril, se debe realizar para definir, por sobre todas las cosas, qué harán con la conducción de la empresa. Los datos que el actual timonel da no son para nada positivos. Admite despidos, números en rojo y hasta un recorte inmenso de la inversión: un 25% abajo de 2015.