El relajado encanto de Miguel Galuccio es contagioso. Hasta Vladimir Putin sonrió durante un tête-à-tête a principios de este año con el CEO de YPF, la compañía energética renacionalizada de Argentina.
«Me pregunté: ¿cómo voy a hacer para romper el hielo con este hombre?», recordó Galuccio que pensó al ver que la famosa expresión dura del presidente ruso apenas se había suavizado durante un almuerzo oficial un rato antes del encuentro que mantendrían.
Pero el severo semblante de Putin rápidamente se desvaneció cuando Galuccio, que ese día cumplía 47 años, aplicó su estrategia inicial. «Señor Presidente, ésta es la segunda vez que cumplo años en Rusia. La primera fue en Siberia. Esta vez estoy en el Kremlin con usted. Voy mejorando», bromeó Galuccio, ganándose un relajado abrazo del líder ruso.
Si Gazprom de Rusia termina asociándose a YPF para desarrollar las enormes reservas de shale que tiene Argentina sin explotar, tal como Galuccio espera, está por verse. Así lo consignó Financial Times.
Pero su capacidad para ganarse la confianza de otros definitivamente lo ayudó mucho alcanzar la cima de la Argentina corporativa, a la que llegó cuando la presidenta Cristina Fernández lo nombró como número uno de YPF después de que el gobierno expropió en 2012 el 51% de la empresa más grande del país que estaba en manos de Repsol de España. «Para un presidente que había tomado una decisión tan complicada como nacionalizar una compañía como YPF, y luego ponerla en manos de alguien que no es político y a quien ella ni conocía -ahí es donde caí en la cuenta», contó Galuccio, que admite que se mantuvo distante cuando lo invitaron por primera vez a reunirse con Fernández.
Después de todo, tomar las riendas de YPF en 2012 tras un proceso de expropiación altamente politizado y antagónico era una propuesta riesgosa; le esperarían críticas venosas para cada paso en falso que diera. Además, él estaba muy contento viviendo como lo que él llama un nómade global, mudándose de Estados Unidos a México y a Indonesia.
Para cuando le ofrecieron el máximo cargo en YPF, residía en Londres, donde conducía un equipo de trabajo para la compañía de servicios petroleros Schlumberger que manejaba 100 proyectos en todo el mundo. Pero al ingeniero en petróleo le impresionó que Fernández -que a menudo sus críticos la ridiculizan por ser populista-estuviera convencida de que YPF debía ser conducida por un profesional del sector privado. Eso selló su decisión: «Si era un riesgo para mí, ella estaba asumiendo un riesgo diez veces mayor. Y teníamos una oportunidad de hacer algo realmente grande».