El anhelo de conseguir energía barata, limpia y abundante en Europa está algo más cerca. Tres operadores del sistema eléctrico –Tennet en Holanda, Tennet en Alemania y Energinet de Dinamarca– han presentado a la Comisión Europea un plan para desarrollar un gran sistema de transporte de electricidad de origen eólico con base en el mar de Norte.
El proyecto estrella es la construcción de una o varias islas artificiales (rodeadas de parques eólicos) que actuarán como un gran nodo de conexión para distribuir la electricidad limpia a los países ribereños del mar del Norte. Con un coste de unos 1.270 millones de euros, podría ser una realidad entre 2030 y 2050.
Tennet dio a conocer su plan en junio del 2016 y hace unos días ha dado más detalles. La isla estaría situada casi en el centro del mar del Norte, a unos 100 kilómetros de las costas británicas, justo a la altura del banco de arena (el denominado Dogger Bank), donde las aguas tienen una profundidad de entre 15 y 36 metros.
Cada una de las islas podría facilitar la conexión de 30.000 MW eólicos (un tercio más que la potencia eólica instalada en España a finales del 2016).
Los promotores persiguen un mejor aprovechamiento de los recursos eólicos del mar del Norte y por eso han diseñado su plan compatible con los parques previstos en esta zona, que goza de abundantes recursos eólicos y un excelente régimen de vientos.
Varios aspectos destacan en esta iniciativa. En primer lugar, se presenta como una manera de dar un cumplimiento ambicioso al acuerdo de París contra el cambio climático (2015) y, en segundo lugar, se busca consolidar de forma definitiva la energía eólica marina, que ya ha alcanzado su plena madurez en el mar del Norte. Alemania, por ejemplo, confía en esta fuente limpia para cumplir su plan para culminar el cierre de las nucleares dentro de cinco años.
Las isla artificial, de apenas 6,5 km2, aportaría numerosas ventajas. El nuevo enclave ganado al mar dispondrá de una amplia infraestructura (muelles, aeropuerto, almacenes…) y permitiría abaratar el coste de la logística que requiere la construcción de los parques eólicos marinos (albergará alojamientos, equipos, ensamblajes) y facilitar las tareas de mantenimiento y reparación de los aerogeneradores. La escasa profundidad del mar en Dogger Bank es otra gran ventaja.
Al lanzar la propuesta, conocida como North Sea Wind Power Hub, los promotores persiguen captar nuevos socios, especialmente operadores de red y empresas de infraestructuras, con los que se mantienen conversaciones para ampliar el consorcio.
Las empresas van a realizar estudios para apuntalar la viabilidad del plan. “Es muy pronto para mencionar un fecha de inicio de las obras; este es un proyecto a largo plazo, pero tenemos que comenzar los preparativos y esto es lo que estamos abordando”, explican fuentes de la empresa Ennet en Holanda, completada su proyecto en el 2050. “Ahora, a los gobiernos les toca asegurar una política estable que permita al mercado hacer su trabajo”, añaden. La premisa de partida es que dar este gran salto para fomentar la energía limpia “exige la cooperación europea” y poner unas bases firmes, pues “la reducción de costos de hoy determinará el potencial futuro de la energía eólica marina”.
¿Y por qué hacer esta isla? Primera razón. La creación de este gran nodo permite aprovechar grandes cantidades de electricidad de origen eólico marino que pueden ser transportadas a tierra firme. Las áreas marinas para obtener energía eólica cerca de la costa en el mar del Norte son insuficientes, mientras que los nuevos molinos de viento mar adentro encarecerán los costes. Hay que tener en cuenta que cada parque eólico se conecta a la costa; y por eso, reunir estas conexiones en haces abarata los costes.
Segunda razón. El transporte de la electricidad desde los molinos de viento situados lejos de la costa se hace ahora en corriente alterna, lo que comporta fuerte pérdidas de energía al ser llevada a la red terrestre. Eso cambiará. La corriente alterna generada en los parques eólicos (que rodearán la isla artificial) se convertirá en fluido continuo en las estaciones transformadoras de la isla, para poder ser transmitida a los países ribereños. Dicho de otra manera, una instalación que antes estaba lejos de la costa ahora se convierte en una instalación cerca de la costa. Por eso, lo costes se reducen.
Tercera razón. La utilización actual de una conexión entre un aerogenerador y el continente es de alrededor del 40% de su plena potencialidad. Eso es así porque no siempre hay viento (y no siempre es igualmente fuerte) y porque, además, las turbinas de los molinos también se paran a veces (para mantenimiento, reparación). Con estas conexiones, los parques eólicos aumentarán la eficiencia de la conexión hasta el continente hasta el 100%.
En paralelo, la isla o las islas artificiales aparecerán como interconectores. Es decir, ya no sólo se envía electricidad al continente, sino que se favorecerá un comercio de energía entre los países conectados. La isla actuará como una araña en el mar del Norte que une los parques marinos y las conexiones internacionales. “Estas interconexiones son importantes para equilibrar la oferta y demanda en el norte y el centro de Europa, en donde la producción eólica ahora es variable. Además, a largo permitirían a Noruega dar salida a su importante producción hidroeléctrica”, valora Jaume Morrón, gerente de EolicCat, la patronal del sector en Catalunya, que sigue muy de cerca esta iniciativa.
“La gran virtud de este proyecto es que abaratará el coste de la energía. Esto debe ser una lección para España, en donde el precio de la electricidad es muy caro, sobre todo por la gran dependencia de los combustibles fósiles”, dice Javier García Breva, experto en política energética, que fue director del Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía. “Si España tuviera más energía renovable, la luz sería más barata”, sentencia.
La isla del viento tiene una clara vocación europea y encaja en los planes comunitarios para impulsar las energías renovables. Europa ha asumido el compromiso de lograr una reducción de las emisiones de gases invernadero del 40% en el 2030 respecto a 1990. Es un paso necesario para seguir una senda cuya meta a largo plazo es que las emisiones de gases (combustibles fósiles) disminuyan entre el 80% y el 95% para el 2050, para evitar incrementos peligrosos de la temperatura del planeta.
Situar el mar del Norte como centro de distribución de energía y como referente de la transición energética tiene un gran valor simbólico. Predispone a que seis países ribereños (Reino Unido, Holanda, Alemania, Bélgica, Dinamarca y Noruega) renuncien de alguna manera a sus fronteras nacionales y acepten que los electrones generados en alta mar pueden ser aprovechados por sus respectivos países.
La energía eólica marina vive en plena expansión en el mundo (13 GW), aunque el 90% de la potencia instalada se encuentra en Europa. La Agencia Internacional de Energía Renovable (Irena, en sus siglas en inglés) prevé un gran desarrollo; pero en España no existe ninguna instalación de este tipo.
“Es grave que España se quede fuera de un desarrollo tecnológico que marcará el futuro de las renovables en los próximos años”, se queja Javier García Breva, experto en políticas energéticas. La gran paradoja es que empresas españolas, como Iberdrola, entre otras, están desempeñando un papel activo relevante en el impulso de esta fuente de energía, pero lo están haciendo fuera de España, en Alemania o en Estados Unidos.
De la misma manera, los astilleros españoles de Navantia fabrican parte de la estructura flotante del parque eólico Hywind en Escocia. Gran Bretaña, Alemania, Francia u Holanda promueven parques eólicos marinos. Incluso, Portugal ha emprendido esta dirección. Lisboa dio luz verde el pasado mes de noviembre a su primer parque eólico, el proyecto Windfloat (tres turbinas con una potencia unitaria de 8,3 MW), en la costa de Viana do Castelo, a 70 kilómetros de Vigo. Que Portugal haya tomado delantera a España en este asunto es especialmente irritante para Javier García. “Esa es la prueba de que no hay nada imposible, y de que alguien no quiere que se haga en España”, añade.
Ninguna planificación ha previsto conceder ayudas específicas para promover esta modalidad de generación. “En España, no hay ni regulación para fomentar la eólica marina ni voluntad política; no la hay ni por parte del Gobierno ni de las empresas”, añade Javier García. En Catalunya, en el 2010 se presentó el proyecto Zèfir (del Institut de Recerca de Catalunya), para levantar entre 4 y 6 molinos frente a la costa de Tarragona, en una zona marina de escasa profundidad. Sin embargo, el proyecto se vino abajo por falta de ayudas a las renovables y de apoyos.