El desierto fértil de los dinosaurios y el petróleo se abre para que el trepanador de la torre 310 del espacio de producción Loma la Lata 720 pueda llegar hasta los 3.000 metros de profundidad. Allí, comienza el reino de una enorme formación rocosa de30.000 kilómetros cuadrados, hasta hace poco desconocida y ahora convertida en la vedette de la posible transformación económica de Argentina. La roca esponjosa de Vaca Muerta, que encierra en su interior gas y petróleo de la mejor calidad, va cediendo ante la presión que ejerce el chorro de agua y arena que le lanzan desde la superficie. Y en unas horas comienza a desprenderse de una sustancia negro-anaranjada y de gases. Ahí, desde la profundidad de la pampa patagónica, está surgiendo una riqueza inédita para el país. Se calcula que constituye entre 24 y 100 veces el volumen actual de la economía. Otros, aseguran que se trata apenas de un nuevo buen negocio para unos pocos, según publicó Clarín. Pero lo cierto es que Vaca Muerta, el yacimiento gasífero y petrolero más importante de la Argentina, está en plena producción con 148 pozos abiertos y 13.000 barriles diarios. Y a pesar de esto la sociedad no debate qué hacer con esta nueva riqueza que nos está bendiciendo a los argentinos.
¿Qué modelo vamos a adoptar para administrarla y distribuirla?
¿Haremos como Noruega, que retiene una porción importante de las ganancias y las invierte para las futuras generaciones, o seremos como Nigeria, donde los enormes recursos que genera el petróleo desaparecen por la corrupción y los enfrentamientos entre facciones?
Pablo Iuliano, 42 años, y Pablo Bizzotto, 40, son los ingenieros de YPF que están a cargo de la explotación de Loma la Lata. Conocen perfectamente esta geografía de horizontes largos, vientos extremos y arbustos amarillos. Ambos se criaron entre Neuquén y Río Negro. Coordinan a decenas de empresas internacionales que dan servicios, y la superficie de dos kilómetros cuadrados –pronto se extenderá a 200 km cuadrados– que se explota, por un controvertido acuerdo del que aún no sabemos todo su alcance, junto a la estadounidense Chevron. Ahora están sobre la plataforma Nabors de última generación que se mueve en todas las direcciones a un metro por hora sin que se necesite desmontar la torre. Cada 18 o 20 días harán un pozo, se moverán 30 metros y abrirán otro.
Con esta maniobra, en la forma tradicional de explotación, se podía llegar hasta la zona en que había quedado la laguna de petróleo y la presión del mismo lo lanzaba hacia la superficie. Con el nuevo método del “fracking”, el trepanador llega hasta la roca madre, que tiene el combustible encerrado a 3.000 metros. Luego, vienen unos 20 camiones con máquinas de presión que lanzan al pozo agua, arena y un químico viscoso que le da consistencia para fracturarla y extraer los hidrocarburos. “Esa mezcla de gas, petróleo y agua va por estos caños hasta un separador –explica el ingeniero Iuliano– y desde allí se envía cada fluido por oleoductos a una planta cercana y a otra en Mendoza, y el gas va a la petroquímica de Bahía Blanca”.
Para llegar a Loma la Lata hay que hacer unos 100 kilómetros por la ruta 7 desde la ciudad de Neuquén hasta la pequeña ciudad de Añelo, un pueblo que dormía la siesta hasta hace unos pocos meses y que ahora vive el vértigo de una película de super acción. De allí hay que subir la barda para adentrarse en esa pampa pinchada por decenas de torres. Muy a lo lejos se visualizan dos o tres llamas de las plantas separadoras. Aquí trabajan unas 900 personas.