Tras 12 meses de gestión, prefieren disimular en público cualquier molestia y eligen redoblar su respaldo al Gobierno en vísperas de un año electoral. Les aflige el déficit y la presión fiscal, pero no la gobernabilidad. Pronósticos auspiciosos para 2017.
Paolo Rocca apeló a un recurso semántico ingenioso. Fue cuando, días atrás, precisó que la garantía estatal para un precio del gas boca de pozo muy superior al valor en el que naturalmente lo ubicaría el mercado «no implica subsidio» sino «sustitución de importaciones». La primera palabra tiene mala prensa. El segundo concepto suele ser bienvenido, aún en los think thank más conservadores.
Ocurrió en el seminario que organizó la Asociación Empresaria de la Argentina (AEA), cuando el líder de Techint explicó públicamente ante Juan José Aranguren lo que otros ejecutivos de su grupo argumentaron reiteradas veces en reuniones privadas al ministro de Energía: es preferible mantener artificialmente caro el precio del producto local que transferir dólares al exterior para pagar importaciones.
Dicho de este modo, el argumento resulta más complejo de refutar.
Los consumidores locales, afrontando precios altos, o el propio Estado, manteniendo planes estímulo a la producción con costo fiscal, deberían garantizar que todo el gas que se produzca en el país cueste u$s 7,5 el MBTU. Valor alto contra los u$s 3 que se paga en el mercado estadunidense, o algo más de u$s 5 que promedia hoy en la Argentina.
El ministro no se amedrentó por la talla de su interlocutor y reivindicó públicamente el mismo propósito político que subraya en sus encuentros a puertas cerradas: hay que honrar al mercado y dejarlo actuar libremente. Una postura principista con consecuencias prácticas para los negocios del sector energético: la caja pública no estará muy disponible para seguir subsidiando.
Pero al margen de esa amistosa confrontación de criterios, de otros desvelos sectoriales y del desencanto que a algunos le produce que Mauricio Macri no sea el «Aladino de sus deseos» (o de las necesidades de su negocio), la tribuna patronal está totalmente dispuesta a renovar el crédito al Gobierno para encarar el inminente año electoral.
En el mismo bando
«En los últimos años no se festejó el aniversario porque había un gobierno que no respetaba la libertad económica, uno de los principios clave de nuestra organización», señaló Jorge Di Fiori ante un salón colmado de asistentes para celebrar el cumpleaños 92 de la Cámara Argentina de Comercio, el 30 de noviembre pasado.
Claro que el dirigente no desaprovechó la ocasión para recordar lo que luego ratificó ante este diario: el 2015 fue un año de «caída tanto en las ventas (medidas por volumen) como de rentabilidad». No obstante, el sector hasta habría incrementado su dotación de personal en 10.000 agentes en septiembre respecto del año anterior. Quizás porque la CAC apuesta a una reanimación del consumo el año próximo.
Di Fiori pretendió reivindicar el sesgo liberal de Macri, quien minutos después confirmó en el mismo escenario la empatía entre unos y otros. El Presidente reconoció como tareas pendientes varias de las acciones que demanda el empresariado, eventual aliado político en esta coyuntura.
«Nuestra estrella polar tiene que ser la productividad y el primero que tiene que apostar a eso es el Estado, combatiendo el déficit fiscal. También tenemos que reducir la litigiosidad laboral y la carga impositiva», enunció el mandatario. Exactamente lo que gusta escuchar a los hombres de CAC y, en rigor, calco de lo que reclama a coro la dirigencia empresaria.
Esos pedidos, y otros más precisos, forman parte de las conversaciones fáciles que los hombres de empresa tienen con distintas instancias del poder administrador. «El diálogo es de primera», reivindica Miguel Blanco, titular del Foro de Convergencia Empresaria.
Para este vocero de ese nucleamiento multisectorial, la clave de la agenda pendiente es «fortalecer la competitividad». Estimularla impone a la administración pública la obligación de «mejorar la infraestructura y bajar la presión tributaria». Y, por supuesto, controlar la inflación. Uno de los mandatos más vidriosos.
¿Quién tiene el poder de domesticar a los precios?
Los empresarios consultados para esta nota, y casi cualquier otro que opine sobre las cuentas públicas, repudian al unísono el déficit fiscal y denostan con ahínco el aumento del gasto público, abrazando de hecho el postulado monetarista que la inflación es generada por la emisión, necesaria para cubrir erogaciones estatales (que incluyen el pago de subsidios).
Claudio Cesario, titular de la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), orienta el índice también hacia el «enorme déficit fiscal», cuyo control permitiría bajar «la carga impositiva más alta de la región» y hasta atraería inversiones con más rapidez.
«Nosotros como sector estamos bien y no estamos demandando cambios de reglas», aclara ante El Cronista, sin que su ánimo se opaque por la manifestación de los trabajadores de la Asociación Bancaria que, en el momento del diálogo, se realizaba frente a las puertas de ABA.
Una pauta de que la bonanza banquera continúa, al margen de la puja con los empleados, es que en los últimos meses la asociación registró más demanda de créditos personales, prendarios y de financiación con tarjeta de crédito. Signo claro, además, de que el consumo se reactiva.
Las cosas marcharían aún mejor si se sancionara una nueva ley de Mercado de Capitales y el Gobierno asegurase que la renta financiera no será gravada, tal como propone el proyecto de Impuesto a las Ganancias con media sanción de Diputados impulsado por la oposición. Pero por ahora todas son loas a la gestión de Cambiemos.
Quizás por esto es que los nucleamientos como el G6 están como adormilados. «Contactos permanentes, tenemos. Reuniones resolutivas o para debatir algo urgente, no», precisa en off un experimentado líder empresario ante este diario.
«Creo que los empresarios temen que el Gobierno tenga problemas y prefieren no hacer olas en contra», señala la misma voz de la tribuna patronal. Finalmente, a Mauricio aún lo sienten de su lado, más allá de molestias coyunturales.
Paciencia, a pesar de todo
El crédito a la administración política puede renovarse. Finalmente, Cambiemos instrumentó de movida la salida del cepo y el arreglo con los holdouts sin los descalabros previstos, más allá de un empuje a la inflación que siempre padecen más los sectores de ingresos fijos.
Esto hace que reserven para la intimidad o el off algunas críticas, como las que el miércoles 7 de diciembre sinceró un conocido empresario. «Es desconcertante que el Gobierno deje de a pie a los sectores que pueden apoyarlo para darle 30.000 millones a los piqueteros que le cortan la calle». Afuera, el tránsito porteño colapsaba por las medidas de fuerza en reclamo de la ley de Emergencia Social.
El tema es particularmente revulsivo para los hombres de empresa, detractores de cualquier acción de la izquierda organizada y alertas a las posibles estrategias del peronismo para recuperar el poder a costa de un conflicto severo.
Otro punto que exasperó el ánimo empresario es el proyecto para bajar el mínimo no imponible de Ganancias, que tiene como correlato una creación o reposición de tributos. Algo que irrita la epidermis empresaria siempre y gatilla el clamor por seguridad jurídica.
Pero el Gobierno aún puede ganar algunos tantos si sale airoso de la puja con la oposición parlamentaria, bien sea acordando una nueva propuesta o por la vía más drástica del veto. «Éste es un retroceso de la clase política: la gente con la que hablamos hasta hace unos meses y tuvo consensos con nosotros ahora hace este mamarracho impresentable», se exaspera el titular del Foro.
Tanto el Frente Renovador como el Frente Para la Victoria dialogaron mucho y en amistosos términos con las organizaciones del poder económico en las vísperas de las elecciones pasadas. En particular cuando la apuesta era Daniel Scioli, siempre visto como una opción más amigable que Cristina Kirchner. Este dato de archivo explica la confesa decepción de Blanco.
Más allá de las cuestiones macro, cada sector tiene algún asunto pendiente que todos confían resolver en un 2017 con la economía para arriba.
Comercio apuesta a un «incremento en los niveles de consumo» para el año próximo y a que prospere el proyecto de Diputados para bajar las comisiones de las tarjetas de crédito, más amplio y ambicioso que el que se gestó en el Senado de la Nación.
Los bancos empezaron a especular con un reacomodamiento natural si la inflación se controla: el mercado se achicará y no habrá lugar para todos. Ergo, ya hay especulación de qué entidad está en compradora y cuál en vendedora. ¿Banco Patagonia vende, Hsbc compra?…
Con renovadas autoridades, la Cámara Argentina de la Construcción apuesta confiada a una recuperación de este rubro, que acaba de derrapar un 12%.
«Sin dudas va a haber una mejora impulsada por la obra pública. Se cancelaron las deudas y se pusieron al día los contratos golpeados por la inflación», reconoce Gustavo Weiss, quien retomó las riendas de la CAC hace días.
Los constructores estarán representados por el mismo interlocutor que tuvieron hace dos años y que, hacia el final del 2014 irritó a CFK por reclamar medidas que movilizaran al sector inmobiliario, uno de los frenos en una actividad que había sido muy mimada por el gobierno anterior.
Pero también en esa etapa prosperaron firmas socias de la Cámara con ventajosos contratos luego denunciados públicamente por la actual administración. Quizás haya primado la visión de su inmediato antecesor en el cargo, Juan Chediak, de que los constructores fueron «víctimas de un sistema viciado» por la corrupción y no promotores de las faltas.
El campo, ese heterogéneo universo de productores bendecidos desde el comienzo por Cambiemos, también renueva su apuesta. Alfredo Paseyro, titular de la Asociación Semilleros Argentinos, reconoce el bálsamo que fue para el agro la poda a las retenciones, combinada con buenos rindes.
Pero particularmente para ASA -que entre sus 80 socios agrupa a empresas de la talla de Nidera, Don Mario, Bayer o Monsanto-, el 2017 llegará con la expectativa de que el Parlamento alumbre un nuevo marco regulatorio para el sector, que permita cobrar royalties lo más amplios posible sobre los eventos biotecnológicos. En otras palabras, que se reconozca a esas empresas la potestad de cobrar patentes por las semillas, chance que gana consenso lenta y dificultosamente en el Congreso.
«Lo que esperamos es que el cáncer de la inflación vaya desapareciendo», sentencia ante este diario Paseyro, descartando la posibilidad de brindar este fin de año sin culpas «mientras en la Argentina haya un 32 por ciento de pobres».
La muestra de sensibilidad funciona como involuntario e implícito aval al esfuerzo político que hace Macri para atender los ineludibles reclamos sociales. El Presidente entendió que es una estrategia imprescindible para garantizar la gobernabilidad que tanto preocupa a las empresas que hoy todavía lo miran con simpatía. Genuina o impostada, pero simpatía al fin.
MENDOZA OPINA