La agenda ambiental está ganando cada vez más espacio en la sociedad. Los avances en el área se incrementaron, la legislación se endureció y, naturalmente, aumentó la preocupación por la sostenibilidad del planeta.
Si bien cuando se habla de sustentabilidad se asocia al concepto de medioambiente, crece el número de empresas conscientes que esto va mucho más allá e interviene también la continuidad de los negocios.
Los entornos inestables y contaminados, no solo son malos para la población, sino también generan costos económicos para el mundo empresarial.
Llevando esta realidad al segmento de lubricantes, algunos países han iniciado el camino de la sostenibilidad, pero aún queda un largo trecho por recorrer en nuestra región.
A pesar de la incorporación de tecnología en conectores, mangueras, acoples y sellos, no existe todavía garantía de que los sistemas de lubricación no tengan fugas. Las fugas pueden ser el resultado de un montaje inadecuado, una aplicación incorrecta y/o un simple desgaste del equipo.
Ahora bien, con esta mayor conciencia de la necesidad de reducir las fugas en los sistemas de lubricación y que los lubricantes pueden entrar en contacto con el suelo, el agua, los humedales y otras áreas sensibles, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) y otros organismos de todo el mundo han tratado de reducir los derrames mediante una regulación más estricta.
Esto hace que tanto los fabricantes como los usuarios de sistemas de lubricación cambien a alternativas más aceptables para el medioambiente, como biodegradables, adecuados para aplicaciones en minería, oil & gas, construcción, forestal, agricultura, represas hidroeléctricas y varios usos marinos.
Los productos biodegradables son aquellos que transforman los materiales que ingresan al medioambiente. La biodegradación es entonces la descomposición química de los materiales por los organismos vivos como bacterias, levaduras, protozoos y hongos, que descomponen las moléculas para su sustento, produciendo típicamente dióxido de carbono y agua.
La Comisión Federal de Comercio de EE. UU. (FTC) definió criterios que establecen que un biodegrado debe fundamentarse con pruebas de que todo el producto se descompondrá por completo y volverá a la naturaleza, es decir, se descompondrá en elementos que se encuentran en la naturaleza en un período de tiempo razonablemente corto después de su eliminación habitual.
Existen muchas pruebas para medir el grado de biodegradación. En general, se realiza en un suelo o en un medio acuoso controlado.
La biodegradabilidad es una de las dos propiedades principales de un lubricante ambientalmente consciente. En este sentido, hay dos maneras de describir este tipo de lubricantes: inherentemente biodegradable y fácilmente biodegradable.
Los inherentemente biodegradables (la mayoría de los lubricantes de base de aceite mineral) se degradan en más del 20 % en 28 días, mientras que los fácilmente biodegradables se degradan en más del 60 % en 28 días, lo que excluye a la mayoría de los aceites minerales. Esta segunda clasificación está asociada directamente a una menor emisión de dióxido de carbono, dado que la tasa de conversión es más rápida.
También hay productos que no son bioacumulables, lo que significa que el lubricante no contiene metales pesados como el zinc. Los materiales bioacumulables no pasan a través de un organismo vivo como residuo y, por lo tanto, se acumulan dentro de ese organismo.
A pesar de los potenciales beneficios de este tipo de tecnología aún no existe un requisito en la legislación nacional para su uso en determinadas aplicaciones y depende más que nada de la cultura ambiental de las empresas.
Sin embargo, creemos firmemente en que el cambio es inevitable y es necesario seguir generando la conciencia en el mercado acerca de los beneficios de estos productos, que van más allá de lo ecológico. Una cultura de biodegradabilidad es necesaria y aporta más seguridad al medioambiente, protege las marcas y transforma a las compañías en sostenibles. En este movimiento, el planeta, las personas y también las empresas ganan.
Por Juan Manuel Ahargo, Ingeniero de Mobil Lubricantes
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