La demanda de energía es uno de los principales indicadores del crecimiento de la economía. Cuando el PBI aumenta, el uso de energía se incrementa en niveles mayores. Y cuando hay una retracción –como pasó en 2002, con una baja del 11,5% en el PBI–, la demanda de energía cae menos. En el peor año de la crisis, el descenso del consumo de energía fue del 2,5%.
“El desbalance energético está en US$ 7.000 millones, tiene un crecimiento exponencial y una dinámica difícil de controlar que está afectando la economía”, explica el consultor Daniel Gerold, de G&G Energy Consultants.
“El 99% de los argentinos tiene acceso a la electricidad y aún en un año recesivo crece un 4,3% en el promedio móvil de 12 meses. El 60%-70% de la electricidad en la Argentina depende de la generación térmica, lo que quiere decir que se necesitan combustibles que si no están localmente, hay que importarlos ”, detalló.
El gas natural, al que Gerold define como “el sistema nervioso central del funcionamiento del país”, muestra una caída que no logra abastecer la demanda, ni aún con importaciones que hoy representan un 40% de lo que se consume. “La demanda residencial se lleva todo en el invierno y eso fuerza a grandes cortes al sector industrial y al de generación eléctrica. El sector industrial muchas veces no tiene un combustible para reemplazar, el sector de generación eléctrica si lo tiene pero aún costo muchísimo más alto que ocasiona esas importaciones y ese déficit fiscal que presiona tan fuerte sobre la inflación”, explicó el consultor.
“Los esfuerzos que ha hecho de inversión YPF, que han sido importantes, no logran modificar el curso de la acción, estamos 5% abajo en la producción de gas en relación a dos años atrás”, puntualiza Gerold en un seminario organizado por Clarín.
“No somos Arabia. Vaca Muerta, del que conocemos poco, puede ser muy grande en recursos, pero por el momento su productividad no es muy importante, no estamos para ver cómo distribuir las bonanzas de cuatro toques mágicos, es más complejo que eso”, planteó.