Desde que se conoció la noticia del triunfo de Trump en las elecciones de Estados Unidos, ha habido una creciente preocupación en torno del endurecimiento de la política comercial proteccionista del nuevo gobierno. Así, a pocas horas de asumir, se conoció que el Departamento de Agricultura del país del norte suspendió la importación de limones de Argentina (en principio, por sesenta días), cuando el 20 de diciembre del año pasado se había liberado esta restricción luego de 15 años.
Estados Unidos constituye el tercer destino de nuestras exportaciones (detrás de Brasil y China), y en el último año su posición se fortaleció: tras aumentar más de 30% i.a. las ventas en los primeros once meses del año, los envíos al país del norte representaron 8% del total, cuando un año atrás representaban tan sólo 6%.
Dentro de este importante crecimiento, cabe destacar en primer lugar el rol de las exportaciones de biodiesel, que casi triplicaron su nivel en los primeros once meses de 2016 en relación a igual período de 2015 (superaron US$ 1.000 millones), en coincidencia con el levantamiento de las barreras fitosanitarias que pesaban sobre la producción local de esta mercancía.
A partir de este incremento, poco más del 90% de las exportaciones de biodiesel y sus derivados tienen como destino los Estados Unidos. Además de la posibilidad de mayores controles, fue nombrado al frente de la Agencia de Protección Medioambiental Scott Pruitt, un hombre «escéptico del cambio climático», lo cual podría llegar a favorecer los combustibles tradicionales en desmedro de los ecológicos, tal como el biodiesel, golpeando uno de los ganadores de la nueva relación bilateral alcanzada tras la asunción de Cambiemos.
En una situación semejante se encuentran las ventas de aluminio al país del norte (US$ 180 millones acumulado en los primeros once meses de 2016). Tras el fuerte crecimiento que exhibieron este año (+133% i.a.), más de la mitad de las exportaciones del sector se dirigieron al mercado norteamericano (un año atrás representaban poco más de un tercio de las ventas totales al exterior).
Pero la situación más preocupante es la de algunos productos vinculados a las economías regionales. Si bien no tienen un gran peso dentro de las exportaciones a nivel agregado, la importancia de Estados Unidos para dichos mercados genera incertidumbre ante un posible giro en la política comercial de ese país. Tal es el caso de los envíos al exterior de té negro, que totalizaron US$ 88 millones en los primeros once meses de 2016, donde más del 75% de las ventas tuvieron como destino la primera potencia mundial.
En el mismo orden se encuentran las exportaciones de arándanos: si bien sumaron «tan sólo» US$ 122 millones a las divisas comerciales del año, el 65% de este monto estuvo generado por los envíos a Estados Unidos. Por su parte, más de la mitad de las ventas totales de aceites de limón se dirigen al país del norte, mientras que en el caso de los envíos de jugos de citrus, manzana y uva (que generaron ingresos por US$ 280 millones), el 40% se coloca en dicho mercado. En igual grado de fragilidad se encuentran los productores de miel: de los US$ 160 millones que se exportan, más del 40% se dirige a la primera potencia del mundo.
En definitiva, aun cuando el peso de Estados Unidos dentro de nuestras exportaciones es relativo (incluso tras el avance registrado en 2016), la nueva política comercial de EE.UU. será determinante para algunos productos específicos de la economía local.