La estatización de YPF y los aumentos en los precios del petróleo, las naftas y el gasoil ; el plan de estímulos a la producción de gas, y las gestiones de La Cámpora en Enarsa para abaratar costos. En los primeros tres meses del año, ninguno de los conjuros oficiales contra el incremento de las importaciones de energía, el principal responsable de la escasez de dólares y del cepo cambiario, parece haber dado resultado.
Según la Secretaría de Energía de la Nación, cuyos números tienen mayor credibilidad que los del Indec, entre enero y marzo las compras al exterior (básicamente, gas y combustibles) treparon a 2139 millones de dólares, 30,5% más que en el mismo período del año pasado.
La cifra encierra varias malas noticias para el Gobierno. No sólo implica un mayor ritmo de salida de divisas (las importaciones en ese rubro se llevaron casi la misma cantidad de dólares que ingresaron por la venta de harina, pellets de la extracción de aceite de soja y porotos, el principal rubro de exportación), sino que ocurre en un contexto en que la demanda de energía debería ser menor debido al enfriamiento de la economía.
Hay pruebas concretas de eso en los números públicos: la actividad industrial cayó 5,9% en marzo, con una baja acumulada en el primer trimestre de 3,1%, según el Indec. Quizá la prueba más visible de esa contracción son los cerca de 12.000 empleados suspendidos en el sector automotor, uno de los pilares del «modelo» y ávido consumidor de energía.
Según el rubro Combustibles y Lubricantes que releva el Indec, que agrupa todos los productos considerados de energía, las importaciones fueron aun mayores y llegaron hasta los 2321 millones de dólares en el primer trimestre del año, según publicó La Nación.
Entre los especialistas señalan el estancamiento de la producción doméstica de crudo y gas, por un lado, y el encarecimiento en dólares de los productos de importación, por otro, como los principales responsables del incremento en la factura de importaciones energéticas.