La llegada del Estado a YPF tras la expropiación del 51% de la acciones de Repsol, en abril de 2012, le dio origen a una nueva compañía: no sólo produce más crudo y más gas, tiene precios más caros y toma más deuda, sino que también sale a menudo de compras con una billetera millonaria.
El resultado, tres años después, es una empresa con un futuro financiero menos holgado, pero más y más grandes negocios.
YPF dio ayer otro paso en ese camino. La empresa anunció la compra de una parte de las empresas Petroken y Petroquímica Cuyo, dedicadas a la producción y comercialización de diferentes polímeros, por 122 millones de dólares.
La operación, además, la condujo a cerrar una asociación con los Sielecki, una de las familias más influyentes en el mundo de los negocios locales.
Los Sielecki también tienen contacto con la política. Anabel, hija del fallecido Manuel Sielecki, es la esposa del canciller Héctor Timerman. Desde hace tres años intentaba quedarse con Petroken y no se ponía de acuerdo en el monto con la holandesa Basell, según consignó La Nación.
En el caso de Petroquímica Cuyo, YPF le compró el 46% a Grupo Inversor Petroquímico (GIP), de los Sielecki, que se quedará con un porcentaje idéntico.
El restante 8% quedó en manos del grupo industrial brasileño Kelvin Corp, que ya estaba presente en el capital de la empresa.
En el caso de Petroken, tanto YPF como GIP compraron cada una una participación del 50% a LyondellBasell. En los dos casos ambas compañías compartirán el control de las empresas.
La operación despertó el interés de YPF por diversos motivos. En primer término, son plantas que permiten agregarles valor a la extracción de hidrocarburos y a los productos refinados que produce la petrolera estatal.